Estoy en ese momento de la vida en que la mayoría de la gente es más joven que yo. La mayoría de los médicos son más jóvenes que yo, los profesores son más jóvenes que yo, la enfermera que hace unos minutos me ha extraído sangre tenía aspecto de ser un poco más joven que yo, ahora que lo pienso, aunque con las mujeres es muy difícil adivinarlo. Le ha costado encontrarme la vena. ¿No te irás a desmayar, verdad?, me ha preguntado. No, todo lo contrario, me gusta mirar, le digo, antes de contemplar con curiosidad cómo la aguja penetra lentamente en mi carne, cómo bombea la sangre hacia el interior de la jeringa. ¿Has traído la muestra de orina? Oh, sí, perdona, me había olvidado. Con el brazo izquierdo doblado para evitar el hematoma del pinchazo saco del bolsillo derecho de mi abrigo un pequeño recipiente de plástico lleno hasta la mitad y se lo entrego. Ella le adhiere una etiqueta con mis datos y lo guarda en una bandeja junto a las meadas de otras personas. Cerca hay otra bandeja, más reducida, con muestras de sangre. Me parece observar que la mía es más oscura que las demás, y estoy a punto de comentárselo a la enfermera cuando ésta me dice, que ya esta y que hasta la próxima. Salgo rápido porque a continuación tengo cita con mi doctor. Qué absurdo, ¿a cuento de qué habría de ser mi sangre más oscura que la de los demás?. Me siento en una de las sillas individuales de diseño. Son las nueve y cuarto de la mañana. Giro la cabeza para echar un vistazo por la ventana, que en esa zona de la clínica se abre a un aparcamiento, el más pequeño de los tres que hay, el típico párking trasero con sus contenedores de basura y unos cuantos palés amontonados en una esquina. Parece un escenario. Esta mañana también lo parecía la calle donde vivo, a dos kilómetros de aquí. Eran las seis y media y no se veía a nadie. No hacía mucho frío, como sucede casi siempre antes del amanecer. Qué cruda era la luz de las farolas. Una voz de barítono pronuncia mi nombre. Me levanto y el médico que es más joven que yo esboza una sonrisa desde el quicio de la puerta. Entro. Él se sienta detrás de su mesa y yo me siento al otro lado. Dice: voy a hacerle unas pocas preguntas, ¿de acuerdo?. Adelante. ¿Fuma? No, lo dejé hace diez o doce años.....
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La fotografía que presento es una pintura acrílica sobre papel, S/T, de medidas 70X50 cm. Año 2018.
REPRODUCIR.
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La fotografía que presento es una pintura acrílica sobre papel, S/T, de medidas 70X50 cm. Año 2018.
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Cuando la Vida se convierte en un bucle y no nos gusta el reflejo en la mirada de los demás, quizás sea el momento de buscar al niño que una vez olvidamos pero que siempre está ahí..................y reír reír mucho.
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