Hacía poco que lo habían inaugurado y aquel día llovía.¡Como llovía!. Al salir del museo coincidí en la puerta con un señor de madura edad que llevaba unos pantalones de pana, color verde-chillón y como nos pilló la tromba de agua, la historia nos pudo a ambos. Por aquella salida del museo aún no estaba todo bien terminado de obrar, y allí, se había formado un charco, que en un momento parecía un mar, y como debíamos cruzar si o si, pues el señor de los pantalones de pana verde-chillón que era de Bilbao y yo que no lo era, nos decidimos a cruzar aquel enorme lago de agua, y lo cruzamos, pero yo llegue a la otra orilla sin zapatos, los perdí en el trayecto y el señor de los pantalones de pana verde-chillón, casi marrones y empapado como una esponja. Después cada uno para su lado, yo seguí el camino descalzo.
Hoy, al ver a este señor en el súper había creído ver de nuevo al bilbaino, que por cierto, hay que tener valor para ponerse unos pantalones de pana verde-chillón. ¡Vamos! Son un cante, aquí y en Bilbao.
Pudiera parecer que estoy hablando mal de Bilbao, pero nada más lejos, aquel día, había un hombre con unos pantalones de pana verde-chillón y un enorme charco, pero, como seguro que diría él ...¡ A los de Bilbao nos sientan bien todos los colores en pantalones de pana y los charcos! Creo que debería haber empezado por decir que Bilbao me encanta, para que no haya malos entendidos. A ver, que de Euskadi, Donostia también me gusta, pero yo como en mi blog me debo a la verdad, debo decir, que donde se ponga Bilbao... Hay que ver para lo que dan unos pantalones de pana verde-chillón. De momento hoy me han servido a mí para escribir este texto.
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En esta ocasión no presento fotografía, si no un pequeño video de ayer, mientras realizaba un nuevo dibujo.
REPRODUCIR.
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