En mi mente lo tengo como un drama teatral. Y es que era un drama en toda regla.Era como una escena lorquiana.Con independencia de la situación y edad del finado. ¡Allí, siempre se lloraba y gritaba por igual!. En aquellos tiempos un entierro era un autentico valle de lágrimas y gritos. Me creo, que más que otra cosa aquel comportamiento era cultural y de costumbres. Toda esta forma de proceder hace tiempo que pasó, porque el dolor no requiere de tanta parafernalia. Recuerdo todo aquello muy bien. Casualmente yo fui monaguillo de niño y claro a veces, acompañábamos al sacerdote tanto en actos religiosos alegres, como tristes y viví varios entierros que conseguían ponerme nervioso y a veces hasta me provocaban miedo cuando íbamos hasta la casa del difunto para acompañarlo hasta la iglesia y cuando lo sacaban de la casa era una verdadera locura de llantos y gritos. Esas escenas cuasi teatrales, en imagen, es lo que yo quise plasmar en esta obra. La imagen del dolor, porque en la vida todos los gestos tienen su plástica. Como resultado de todo ello, la composición que conseguí, aquí la tenéis.
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