Allí cada uno va a lo suyo que en general es pasear y distraerse con lo variopinto del paisaje y el ritmo ramblero, que en si mismo, es un acontecimiento. Pero aquel día llamo mucho mi atención un pequeño circulo de paseantes, que fue in crescendo en pocos minutos y en el que quedó encerrado en el centro un chico como de treinta años, a mi parecer extranjero y asustado. Alguien de los que formaban aquel círculo de espectadores, comentó que el joven había caído al suelo y no se podía levantar a no ser por la ayuda de un señor que le ayudo a conseguirlo. Y eso, en sí mismo, no es lo que convirtió a una persona en espectáculo callejero. Pareció ser que lo que a la gente llamó la atención fue su gran cabeza. Una cabeza desproporcionada para lo que era su cuerpo. O sea, que un joven con la cabeza muy grande fue el protagonista involuntario de un circo, que sin desearlo provocó, porque al parecer, se cayó y no podía levantarse. No me pareció ni justo ni bien, no fui capaz de encontrar el motivo para aquel bochornoso escarnio. Un ser humano, sea como sea, "per se" nunca debe ser centro de atención y risas de decenas de personas. Por esa razón, esta vez yo quise pintar un cuadro de multitudes, pero un cuadro donde mostrar la miseria humana. La indignación que me produjo la situación vivida aquel día, hizo que ante el recuerdo de aquel feo momento me pusiera a trabajar en esta obra en la que intente reflejar lo visto y vivido aquella tarde, en Las Ramblas de Barcelona. Planteé la obra tal cual la sentí. Mi interpretación del hecho quedó plasmada de esta manera que podéis ver.
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martes, 5 de diciembre de 2017
ESPECTADORES
En general, el río de almas que discurre a diario por unos de los más bonitos paseos que yo haya visto, no es muy dado a pararse ante cualquier cosa ni situación con las que pueda encontrar, porque el ambiente es tan distraído que uno no llegaría abajo o arriba nunca.
Allí cada uno va a lo suyo que en general es pasear y distraerse con lo variopinto del paisaje y el ritmo ramblero, que en si mismo, es un acontecimiento. Pero aquel día llamo mucho mi atención un pequeño circulo de paseantes, que fue in crescendo en pocos minutos y en el que quedó encerrado en el centro un chico como de treinta años, a mi parecer extranjero y asustado. Alguien de los que formaban aquel círculo de espectadores, comentó que el joven había caído al suelo y no se podía levantar a no ser por la ayuda de un señor que le ayudo a conseguirlo. Y eso, en sí mismo, no es lo que convirtió a una persona en espectáculo callejero. Pareció ser que lo que a la gente llamó la atención fue su gran cabeza. Una cabeza desproporcionada para lo que era su cuerpo. O sea, que un joven con la cabeza muy grande fue el protagonista involuntario de un circo, que sin desearlo provocó, porque al parecer, se cayó y no podía levantarse. No me pareció ni justo ni bien, no fui capaz de encontrar el motivo para aquel bochornoso escarnio. Un ser humano, sea como sea, "per se" nunca debe ser centro de atención y risas de decenas de personas. Por esa razón, esta vez yo quise pintar un cuadro de multitudes, pero un cuadro donde mostrar la miseria humana. La indignación que me produjo la situación vivida aquel día, hizo que ante el recuerdo de aquel feo momento me pusiera a trabajar en esta obra en la que intente reflejar lo visto y vivido aquella tarde, en Las Ramblas de Barcelona. Planteé la obra tal cual la sentí. Mi interpretación del hecho quedó plasmada de esta manera que podéis ver.
Allí cada uno va a lo suyo que en general es pasear y distraerse con lo variopinto del paisaje y el ritmo ramblero, que en si mismo, es un acontecimiento. Pero aquel día llamo mucho mi atención un pequeño circulo de paseantes, que fue in crescendo en pocos minutos y en el que quedó encerrado en el centro un chico como de treinta años, a mi parecer extranjero y asustado. Alguien de los que formaban aquel círculo de espectadores, comentó que el joven había caído al suelo y no se podía levantar a no ser por la ayuda de un señor que le ayudo a conseguirlo. Y eso, en sí mismo, no es lo que convirtió a una persona en espectáculo callejero. Pareció ser que lo que a la gente llamó la atención fue su gran cabeza. Una cabeza desproporcionada para lo que era su cuerpo. O sea, que un joven con la cabeza muy grande fue el protagonista involuntario de un circo, que sin desearlo provocó, porque al parecer, se cayó y no podía levantarse. No me pareció ni justo ni bien, no fui capaz de encontrar el motivo para aquel bochornoso escarnio. Un ser humano, sea como sea, "per se" nunca debe ser centro de atención y risas de decenas de personas. Por esa razón, esta vez yo quise pintar un cuadro de multitudes, pero un cuadro donde mostrar la miseria humana. La indignación que me produjo la situación vivida aquel día, hizo que ante el recuerdo de aquel feo momento me pusiera a trabajar en esta obra en la que intente reflejar lo visto y vivido aquella tarde, en Las Ramblas de Barcelona. Planteé la obra tal cual la sentí. Mi interpretación del hecho quedó plasmada de esta manera que podéis ver.
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