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jueves, 4 de enero de 2018

AURA, AURA.

Dedicado a M. y A.

Cuando yo era muy pequeño, algunas veces dormía con  mis dos tías, que tenían una edad próxima a la mía, pero con la suficiente diferencia de años, para hacer de mí su juguete.
Dormíamos los tres juntos en una cama grande  que había en una habitación de la planta superior de la casa.
A mi me ponían en el medio y antes de dormirme me contaban cuentos... y el último antes de dormir siempre era el mismo, con ese indefectiblemente,  me dormía. Era mi cuento preferido, pero a medida que el cuento avanzaba yo me metía más y más adentro aun sabiendo el desenlace. Acababa hecho una bola como una cochinilla de la humedad. Como todo el mundo sabe, las cochinillas son aquellos bichos que si los tocas se enrollan sobre si mismos y se hacen una bola. Pues así acababa yo después del cuento de  Aura, Aura.
Recuerdo que me gustaba mucho y pedía que me lo contaran a pesar del gran miedo que pasaba, porque claro,  ellas me lo contaban  con voces de muerto de ultratumba, y así es fácil pensar que yo me cagara de miedo.
Es curioso , entiendo ahora que debía sentir placer en el miedo, porque el "cuentecillo" se las traía.
Jamás lo he olvidado, aún hoy lo recuerdo como si me lo acabaran de contar , y en cambio no recuerdo lo que he hecho hace quince minutos. Tan es así que no lo he olvidado, que lo tengo fresco en mi mente, y que casi sesenta años después puedo contarlo con bastante fidelidad.
El cuento en cuestión es un cuento castellano muy antiguo, se titula  AURA, AURA y era más o menos así:

Había una vez un matrimonio que tenían un hijo. Y un día su padre le dio una peseta y le mandó a la carnicería a por asadura para la cena. Y el muchacho se puso a jugar en la calle y perdió el dinero, y para no volver a casa sin nada, no se le ocurrió otra cosa que ir al cementerio y abrir la tumba de una mujer que habían enterrado esa misma mañana, la sacó y le quitó la asadura. La lleva a casa y dijo:
-Madre, tenga la carne que he comprado.
Y por la noche el chico no quiso cenar. Y cenaron los padres. Y ya se acostaron todos. Y por la noche, cuando estaban dormidos, les despertó una voz que decía: 
¡Aura, Aura!
-¡Que me des mi asadura, que me quitaste en la sepultura!
-¡Ay, padre! ¿Quién será?
-¡Déjala, tontarraco, rraco, que ya se irá!
-¡No me voy, no, que entrando por la puerta estoy!
Y al momento de nuevo:
¡Aura, Aura!
-¡ Que me entregues mi asadura que me quitaste en la sepultura!
- Padre.¿Quién es?
¡Déjala, tontarraco, rraco, que ya se irá!
-No me voy que subiendo las escaleras voy!
Y de nuevo al ratito:
¡Aura, Aura!
-¡Que me des mi asadura frita o como esté!
-¡Ay, padre! ¿Quién será?
-Déjala, tontarraco, rraco, que ya se irá!
-¡No me voy, que debajo de la cama estoy!
-Y al momento...
-¡Aura, Aura!
-¡Que me des mi asadura dura frita o como esté!
- ¡Ay, Padre!¿Quién es?
-Déjala, tontarraco, rraco, que ya se irá!
-¡No me voy, que en la cabecera de la cama estoy!
Y al minuto...
¡Aura, Aura!
-¡Que me des mi asadura, frita o como esté!
-¡Ay, padre! ¿Quién es?
-¡Déjala hijo, que ya se irá!
-¡No me voy, no, que agarrándote de los pelos estoy!


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El dibujo que presento hoy es un acrílico sobre papel de medidas 70x50 cm. Año 2005





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